A pesar de que muchos se imaginan de qué se trata hacer terapia (principalmente “conversar”), pocas personas realmente tienen claridad de para qué puede servirles, y en cambio, existe el prejuicio de que la Terapia Psicológica es para personas que están “locas” o que son “débiles”. Nada podría estar más lejano a la realidad. 

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Los estados de vulnerabilidad por los que TODOS pasamos, a veces superan nuestros recursos internos del momento, y/o nos hacen entrar en conflicto con creencias profundamente arraigadas, que impiden que procesemos la experiencia de manera sana. Todos somos vulnerables a ambas posibilidades, y a pasar por momentos de crisis. Sin embargo, la dificultad que nos impide procesar las experiencias de manera sana, no necesita ser permanente. En terapia puedes aprender a reconocer tus mecanismos y recursos internos, puedes cuestionar y reemplazar creencias poco saludables, puedes aprender a aceptarte y valorar quien eres, haciéndote cargo y ejerciendo tu libertad de decidir qué hacer contigo mism@. Puedes generar cambios reales en cómo funcionas y la vida que tienes. 

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Aún así, la terapia cubre temas de diferente índole e intensidad… puedes querer superar un momento de confusión, ordenar tus ideas y ampliar tu perspectiva, puedes querer comprender por qué ciertas experiencias tienden a repetirse en tu vida y quieres romper el patrón, puedes sufrir de miedos y ansiedades que no logras manejar, puedes querer conocerte mejor a ti mismo… o puedes estar necesitando un espacio protegido para derrumbarte y dejar de fingir que todo está bien. 

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Motivos de consulta hay muchos, y la terapia es única para cada persona, sin embargo, al final de todo, el objetivo siempre apunta a que puedas manejarte mejor con tus recursos, que puedas sostener tu bienestar por ti mism@, aún atravesando por momentos difíciles, confiando más en tus capacidades y en tus redes (Ojo, manejarte mejor no significa no necesitar ayuda, a veces significa dejar de pelear tanto con la idea. Todos necesitamos ayuda a veces).